Fotos Carlos Tejero |
El motivo puede ser por que, en estos imponentes palacios conviven personas de toda clase social, del muy rico al casi pobre, y poner de acuerdo a tan variopinta comunidad de vecinos tiene que tener su injundia.
Otro motivo es que, si se observa, los mejores edificios son previos a la unificación de Italia y por mucho que la glorifiquen los mismos napolitanos, la unificación no fue ningún chollo para esta región. El gato al agua de la economía portuaria se lo llevó Génova a detrimento de Nápoles
Lo mejor de Nápoles son los napolitanos. En su inmensa mayoría es gente cordial, amable y con un gran sentido del humor.
Por ejemplo: en una ocasión estaba en la estación Circumvesubiana y una señora le pregunta a un empleado de las ferrovías " Torre del Greco?" y él contentó todo serio "Ê sempre lì" (sigue allí).
Pateando la ciudad:
Spaccanapoli
Es el decumano inferior, recuerdo del urbanismo de la época griega. Hay que recordar que Nápoles fue fundada por los griegos "Nea Polis"
Empieza en la Piazza del Gesu Nuovo y continúa por Benedetto Croce, atraviesa Piazza de San Domenico Maggiore, Piazzeta Nilo (dónde está el bar con el altar a Maradona) y el Largo Corpo de Napoli. La parte central es la Vía de San Biagio dei Librai y concluye en la Vía Giudeica.
Es una calle paralela a Spaccanapoli y es muy curiosa porque está llena de tiendas que venden toda la parafernalia necesaria para hacer un belén espectacular. Tanto si os gustan los belenes, las miniaturas, como la artesanía, esta calle no tiene desperdicio.
Es imposible estar en Nápoles y no dar un paseo por el golfo. Podemos considerar el principio en en Maschio Angioino, una mole impresionante, y seguir paseando hasta Castel dell'ovo. Monumento que toma el nombre de un mito. Se cuenta que el poeta Virgilio regaló a la ciudad un huevo mágico que les libraría de todo mal, y en este edificio se conservaba.
En realidad, esta construcción es bastante más antigua. En la época griega edificaron algo, ya que se consideraba que fue, en esos escoyos, donde fue a parar el cuerpo de la sirena Partenope, que desesperada por no haber hecho caer en sus redes a Ulises (el de la Odisea) se suicidó.
De esta primogénita construcción no queda nada ya que en época romana el famoso general Lucio Licinio Luculo, se hizo un palacete que, conociendo sus gustos tenía que ser espectacular.
Luculo sigue siendo sinónimo de exquisito y no es de extrañar ya que este personaje introdujo la piscifactoría, la cereza y el albaricoque entre otras cosas.
Tampoco queda rastro de semejantes lujos y ahora se puede visitar una mole medieval que sigue manteniendo su mágico encanto.
Es el sitio ideal para una cena romántica o para tomarse unas copas. Considerando siempre que en Italia, en general, no te van a dar un buen cubata, ni gin tonic, ni nada que se parezca a lo que estamos acostumbrados.
Está a un paso del Corso Umberto I y es el más famoso de Nápoles está abierto desde las 9 hasta las 15.00 y se puede encontrar de todo, desde antigüedades hasta ropa, sobre todo para chico. Hay muchos chollos.
Si os interesa ver la vida cotidiana de los napolitanos no os perdáis el mercado del pescado que está en Porta Nolana, a un paso de la estación Circumvesubiana, con un aliciente añadido, allí está la Trattoria da Giovanni. Un sitio de aspecto pocho en dónde sirven los mejores espaguetis con almejas que podréis tomar en toda vuestra vida. Y encima barato.
Hay dos galerías que merece la pena visitar, la primera, en la via Toledo a un paso de Piazza Plebiscito, del Teatro San Carlo se llama Galleria Vitorio Emmanuele y es una preciosidad. Tengáis hambre o no, es fundamental comer un cannolo de la pastelería Lucy que está justo a las puertas.
Una experiencia casi mística. También merece la pena las sfogliatella riccia o los babás que son más típicos de Nápoles, pero los cannoli que venden allí se los sueñan en Sicilia.
La otra galería está a un paso del Museo Nazionale di Napoli y está dedicada a otro rey de Italia, Umberto I. Hace unos años era literalmente un vertedero, ahora la están recuperando.
A parte de la trattoria y la pastelería que ya os he mencionado, parece imprescindible tomarse un autentico café napolitano en la cafería Gambrinus que está en Plaza Plebiscito. Es un local precioso y de mucho lujo.
La pizza la inventó un cocinero real napolitano (Rafaelle Esposito) para la reina Marguerita de Saboya con los colores de la bandera italiana: el rojo del tomate, el blanco de la mozzarella y el verde de la albahaca.
Este plato se lo toman muy en serio en esta ciudad, así que podéis comerla en cualquier parte con la certeza de que va a ser exquisita. Un consejo: siempre con mozzarella de búfala.
Mi restaurante favorito es el 7 soldi (sette soldi), en el Vico Tre Re, una bocacalle de Via Toledo, en el barrio español (Quartieri Spagnoli).Allí tienen unos buccanttini ai frutti di mare o unos spaghetti 7 soldi que mandan a paseo a la operación bikini de por vida. El precio es mucho más que razonable y el personal es muy amable.
La pastelería napolitana es excelente. A parte de los babás, de las sfogliatelle y los cannoli, una cosa que hay que probar son los croissant rellenos de pistacho. Son dulces (nada que ver con nuestro pistacho salado) y si vais en Semana Santa, la Pastiera, un pastel relleno de ricotta que tiene su origen en ciertas fiestas paganas en honor a la diosa Cerere.