Un día del
Siglo XII, en la provincia de Siena, en el corazón de la Toscana, un caballero
medieval con su armadura y demás parafernalia llamado Galgano Guidotti se hartó
de tanta batalla y hundió su espada en la roca jurando no volver a levantar la
mano contra nadie y se puso a vivir en plan ermitaño. De esta acción tan
personal nacieron dos cosas: una impresionante abadía (el hombre debía de tener don de gentes porque en seguida tuvo
seguidores) y la leyenda de la espada en la roca.
Para
entender esta decisión tendremos que viajar a la Edad Media.
AD 1.115 Matilde
di Canossa muere de gota. Esta mujer
extraordinaria que había puesto de rodillas al emperador Enrique IV, era dueña prácticamente toda la Toscana hasta
el Adriático, dejó todas sus posesiones al Estado Pontificio con el consecuente
revote del Emperador que impugnó el testamento dando comienzo a unos 100 años
de guerras, año arriba, año abajo.
Matilde era
de la misma pasta que Leonor de Aquitania, esa les hacía la guerra a sus
maridos, dentro y fuera de la alcoba, (el primero era rey de Francia y el segundo
de Inglaterra) para imponer su voluntad e intereses. La de Canossa con seis
años vio morir a su padre envenenado, sus dos hermanos morían en “extrañas circunstancias”
al poco tiempo.
Fotos Daniela Regoli |
Su seguridad
dependía de su capacidad en mantener a todos a raya, por el norte la codicia
del Sacro Imperio y al sur las ambiciones del Papa. Con tanto trajín no es de
extrañar que muriese sin descendencia. Eso, y el hecho de que su primer marido
era jorobado y además le llamaban “el Barbudo” ¡Vamos!!El sueño de toda mujer!.
Consecuencia
de todas estas vicisitudes, los territorios toscanos se enzarzaron en unas
luchas sin fin en las que participó nuestro Galgano, natural de Chiusino, que vinculado a Volterra, luchaba contra Siena y perdió.
La leyenda narra que San Galgano pertenecía a una familia rica y que dejando todo lujo plantó la espada en la roca y marchó de peregrinaje. En su ausencia tres ladrones intentaron robarla, la rompieron sin conseguir sacarla, atrayendo el castigo divino. Uno murió al instante, otro se ahogó y al tercero le atacó un lobo que le cortó las manos (en la ermita, en una vitrina, se pueden ver lo que queda de estas manos) pero se salvó en el último minuto porque se arrepintió y pidió perdón. La espada se reconstruyó y permaneció unida a la roca hasta nuestros días.
La leyenda narra que San Galgano pertenecía a una familia rica y que dejando todo lujo plantó la espada en la roca y marchó de peregrinaje. En su ausencia tres ladrones intentaron robarla, la rompieron sin conseguir sacarla, atrayendo el castigo divino. Uno murió al instante, otro se ahogó y al tercero le atacó un lobo que le cortó las manos (en la ermita, en una vitrina, se pueden ver lo que queda de estas manos) pero se salvó en el último minuto porque se arrepintió y pidió perdón. La espada se reconstruyó y permaneció unida a la roca hasta nuestros días.
Una
curiosidad, la famosa espada de Excalibur que aparece por primera vez en la
obra de Robert de Baron es posterior a la historia de nuestro caballero de
Chiusino, además, no deja de ser curiosa la similitud entre los nombres de
Galgano y Sir Gawain, el famoso caballero de la mesa redonda. Probablemente fue
la historia de San Galgano que inspiró, en parte, estas leyendas inglesas. Otra
similitud es la forma de la ermita en la que se encuentra estas reliquias, la Rotonda di
Montesiepi, un diseño nada común para un templo, que recuerda ideológicamente a la famosa mesa redonda del Rey Arturo.
La
monumental abadía, de estilo cisterciense, uno de los primeros ejemplos del gótico en
toscana, empezó a construirse en el 1218, se completó en 1288. Tras una época
de gran esplendor, la peste y las carestías del siglo XIV dieron inicio a un
progresivo abandono. El techo y el campanario se cayeron en el SXVIII. Desde entonces estas ruinas son como una inmensa ventana de piedra que nos deja ver el espléndido cielo estrellado toscano.
Actualmente,
en verano, estas ruinas son el magnífico escenario de conciertos, óperas y otros
eventos culturales. Yo he tenido la
suerte de ver una Carmina Burana y os aseguro que es una experiencia
maravillosa.
Estos ingleses, no hacen mas que copiar leyendas..
ResponderEliminarEs lo que tiene tener buenas ideas!
ResponderEliminarMuchas gracias por seguir mi blog!