La ópera en provincias
El 25 de febrero pasó por el teatro Zorrilla de Valladolid
el Teatro Nacional de la Ópera de Moldavia con Rigoletto. Por Castilla y León
navega esta compañía y Ópera 2000 y traen una representación al año. Dos como
mucho y ya parece una locura.
Los motivos se desconocen porque los teatros están siempre
llenos hasta la bandera. Puede que el público
piense como yo. “Es una compañía de segunda fila pero es la única ocasión que
tengo de ir a la ópera en mi propia ciudad. Así que.... a apechugar”. “Lo que
nos echen”.
Siempre las mismas obras: Carmen, La Traviata, La boheme...
vamos las más trilladas. No es que por vivir en Burgos o Valladolid nos dan
arcadas pensando en las producciones del Teatro Real, del Euskalduna o de
cualquier otro teatro de “postín”.
Cuando alguien nos cuenta una de esas producciones...yo que
sé... quizás una obra “exótica” como la Lucia di Lammermoor”, se te pone la salivilla en la boca como al
perro de Paulov. Luego, si nos cuentan
del Maggio Fiorentino, o del verano en Torre del Lago, o hasta la modestísima producción
de Massa Marittima, nos parece como si nos contasen el desembarco en la Luna o
algún capítulo de La Guerra de las Galaxias.
Así de lejos suelen estar estas producciones provinciales de
la oferta operística europea.
Naturalmente, las escusas pueden ser variadas y llenas de
colorido. Desde que en provincias somos pobres y no nos lo podemos permitir,
hasta que son cosas que sólo gustan a una minoría.
Lo primero. Te hace venir la risa floja porque uno está lo
suficientemente informado como para saber que estas representaciones tampoco
son rentables ni en Madrid, ni en Bilbao, ni en Florencia, si nos ponemos. Es
más, se dan con un canto en los dientes si no van con muchas perdidas así que ¿por
qué no ir a pérdidas en ciudades de provincias?
La segunda razón es “Por que no nos gusta, no tenemos
cultura, no apreciamos”. Claro que si pones una castaña como la Tosca del 2015
en el Zorrilla de Valladolid, una producción en la que desafinó hasta la
orquesta (no es metáfora), no tiene porque extrañar que los primerizos saliesen
con los pelos como escarpias y jurando no volver jamás. ¡Jamás!.
La oferta 2016: Rigoletto
Este año, Este año la cosa ha ido mejor, es más ha sido una
experiencia excelente. El menú
obligatorio era la famosa y trilladísima ópera de Verdi, Rigoletto.
De esta obra es difícil cansarse. En su época fue un
escándalo por aquello de que un bufón contratase a un sicario para cargarse a
un Duque, que tenía el poder de un rey o un presidente para sus ciudadanos y
para su territorio.
Eran tiempos de atentados y de terrorismo. Basta recordar
que la obra se estrenó en 1851 y en 1858 Felipe Orsini intentó matar a Napoleón
III. En Australia, en 1868 intentaron matar al príncipe Alfredo, en España mataron a Prim. En 1881 mataron a Garfield,
presidente de los Estados Unidos, ese mismo año mataron al Zar Alejandro II. Los
fenianos lo intentaron con la Reina Victoria en 1887.
En 1891 se produjo un intento de
asesinar al zar Nicolas II de Rusia y en 1984 un anarquista consiguió matar al
presidente de la República Francesa Sadi Carnot. El siglo concluyó con las
muertes violentas de Cánovas del Castillo en España y de la famosa emperatriz
Sissi en Suiza. Un preludio del atentado
de Sarajevo que cambiaría el mundo.
En
definitiva, cuanto Verdi puso en pie Rigoletto, el ambiente estaba calentito,
calentito y no solo en Italia, que pretendía formarse como nación y deshacerse
del yugo austriaco, sino en todos los continentes.
Aunque
nos parezca mentira por la cantidad de atentados que hemos sufrido en lo que
llevamos de siglo. Durante la última mitad de 1800, la profusión de atentados
fue mayor. La diferencia radica, y no es poco, en que número de víctimas
civiles ha sido infinitamente superior en este siglo.
Actualmente,
la lectura de que un ser inferior en la escala social, como un bufón / cómico,
pueda llevar a cabo un plan para asesinar a un Duque/ presidente, no es algo sobre
lo que un espectador de Rigoletto reflexione. De ninguna manera resulta preocupante,
indignante o en el peor de los casos inspirador.
Hoy en
día nos envuelve la historia de un jorobado que lucha por el honor de su hija y
urde una horrible venganza es lo que nos conmueve. Si que se nos pasa por la
mente el hecho de que Rigoletto, por no informar a su hija, no le dice ni el
nombre y que la saca del convento para tenerla recluida en casa y con toda esta
información... ¿Cómo no se iba a enamorar la pobre chica del primer crápula que
pasase? ¡Alma de cántaro! Era de cajón.
No
importa. La obra encanta. Es un subseguirse de momentos brillantes y drámaticos
desde “questa o quella” tema que afilaría los cuchillos de la feminista más
pacífica, pasando por “Caro nome” una aria difícil y de lo más tierna, o la violentísima
“Sí, vendetta, tremenda vendetta” para llegar a la famosa “la donna è mobile”,
sin olvidar un quartetto fantástico como es el de “Bella figlia dell’amore” y
concluir con un final que te pone los pelos como escarpias.
Un jorobado en Valladolid
La
representación vallisoletana no se privó de nada. Los artistas se dejaron la
piel y como una finísima taza de porcelana china en la que el artesano ha dejado
una línea ligeramente temblorosa, casi un defecto, pero que lejos de
estropearla la hacen más humana y más única.
|
El Teatro es hortera con esos colores |
El
Rigoletto del Zorrilla producía una emoción muy parecida. Unas interpretaciones
no eran perfectísimas pero que llegaban directamente al corazón. Puede que
mejor que producciones con mayor presupuesto y mayor caché que he tenido el
privilegio de ver.
El
público castellano se comportó como era de esperar: frío. No sé si es porque no saben dónde aplaudir y
se comportan como cuando vas a una sinfónica que solo es aplaude al final o
porqué pero son siempre de lo más sieso de la estepa castellana. Misterio. Menos mal que estábamos tres o cuatro a
arrancar los aplausos porque sino... vaya mortuorio.
Yo no
digo que hagan como antiguamente, que se pongan a hablar, a ligar, a hacer
negocios o a comer bocatas. Pero tampoco con ese espíritu de velatorio.
Cuando
te gusta aplaudes y cuando no te quejas.
Oleg
Zlakoman, que hacía de Duque cumplió las expectativas, por los pelos, pero dio la
talla. Sobre todo porque en el escenario se mueve bien y resultaba un golfo
simpático y convincente y eso en la ópera no es poco. Al fin y al cabo se trata
de una obra de teatro cantada.
La
ópera es un animal exigente que requiere voz y actuación para llegar al alma cosa
que consiguió magistralmente la soprano Ulpiana Aliaj, artista que me propongo
seguir y que me pareció de lo más prometedor.https://www.youtube.com/watch?v=k7uWnAxu-bY
Otra
interpretación singular fue la de Segui Uzun en el papel de Sparafucile. Una
voz intensa que necesita mejorar la pronunciación (sobre todo las R) pero que
resultó de lo más convincente.
También
me conquistó el Rigoletto de Marco Moncloa, tuvo sus complicaciones, pero lejos
de darme fastidio me enternecieron igual que la taza de porcelana de la que
hablaba antes.
Inesperadamente,
ir a “lo que me echen” resultó una experiencia estupenda.
No se cumplió la maldición del Zorrilla
Según se cuenta cuando el aforo de este teatro este completamente lleno será pasto de las llamas. Quizás por eso quedaba algúna butaca en palco libre y esta vez, no obstate el numerosisimo público, tampoco se cumplió la maldición.