martes, 11 de febrero de 2014

La Cripta Palermitana de los Capuchinos

Josep Roth tituló así una novela, y aunque la cripta a la que Roth se refiere está a cientos de kilómetros de distancia, el ambiente de sus pobladores es muy parecido: la conciencia de un mundo que se acaba y el gesto final con el que estos personajes se han agarrado al pasado mirando macabramente al futuro.
Las catacumbas fueron construidas en 1533 cuando se enterró por primera vez a un monje con fama de santo para que fuera rezado y visitado, el Hermano Silvestro de Gubio.
Posteriormente, los frailes comenzaron a excavarlas y ampliarlas bajo el altar mayor no solo por una necesidad de espacio, sino también para permitir, trasladando los cuerpos de los hermanos allí enterados, la construcción de una hospedería y de un hospital para los viajeros que llegaban a Palermo de noche y no podían entrar en la ciudad. El Convento se encuentra en periferia pero no demasiado lejos de las puertas de la ciudad y del Palacio Normando.
Durante estas obras, a los padres capuchinos les causó gran conmoción descubrir que los cuerpos de 40 de ellos se conservaban con la carne flexible aunque momificada, como si hiciese poco tiempo che hubiesen muerto. Sin duda, las causas las podemos achacar a la sequedad terreno y de las corrientes de aire. Más tarde, desarrollarían una serie de técnicas especiales de embalsamamiento que les permitiría conservar los cuerpos en buenas condiciones, evitando el natural degrado.

LA SOCIEDAD CIVIL ENTRA EN LA CRIPTA
Los Capuchinos de Palermo siguieron hasta el S.XVII la costumbre de los franciscanos del culto a los muertos enterrando en la Cripta única y exclusivamente a los miembros de la congregación.
En 1637 un decreto de la Santa Sede hizo que las cosas cambiasen para satisfacción de los fieles que deseaban reposar en un lugar santo para estar más cerca de las reliquias del Hermano Silvestro, con el beneplácito de los padres Capuchinos que podían, de esta manera, financiar el convento.
Progresivamente la sociedad civil palermitana iba entrando en la cripta, divididos por sexo y por profesión. Algunos dejaban instrucciones en su testamento respecto a las ropas que lucirían después de muertos e incluso las que deberían ponerle pasado un tiempo.
Nadie sabe con certeza cuantos inquilinos tiene la cripta, se habla de 8.000, algunos en sus uniformes polvorientos y otras vestidas de gasa o raso que hace decenios que perdieron su brillo, otros lucen lo que fueron elegantes trajes negros como los náufragos que son de una época que ya no existe, lo que queda del Gattopardo.
Destaca por el estado de conservación el cuerpo de la pequeña Rosalía Lombardo una niña de 2 años que parece más bien dormida. El cuerpo fue momificado en 1920 por el doctor Solafia, mediante inyección de compuestos químicos, formula que ha traído de cabeza a científicos de todo el mundo.
  
MÉTODOS DE EMBALSAMAMIENTO

El estado de conservación de los cadáveres era impresionante, en gran medida por las especiales condiciones del terreno y en otra por la gran pericia adquirida por los hermanos capuchinos a través de muchos anos de practica.
Algunas fuentes señalan que los cuerpos eran colocados para su conservación en un baño de arsénico, porque como es noto, los cadáveres de personas que han sufrido un envenenamiento por arsénico se conservan muy bien ya que este producto limita la corrupción de los cuerpos. Otro método utilizado era la inversión del cadáver en cal, cosa que se realizaba en caso de epidemias, como la que devasto la ciudad de Nápoles en 1884 y que tuvo en alerta todas las ciudades limítrofes, incluida Palermo.
En otros casos se practico el embalsamamiento con diversos fármacos inyecciones que tenia como base la formula secreta inventada por el doctor Solafia. El método mas común utilizado fue el del deshidratar los cuerpos dejándolos a lo largo de los pasillos en pequeñas celdas llamadas coladores. Los cuerpos eran secados en las celdas durante ocho meses hasta que eran sacados y lavados con vinagre antes de ser expuestos.
De 1866 a 1897 los capuchinos fueron expulsados por los decretos de “exclaustraciones” dejando las catacumbas bajo custodia del Ayuntamiento de Palermo. Durante este periodo de tiempo, los cuerpos, al no ser cuidados debidamente se deterioraron bastante. Esto significa que los frailes cuidaban constantemente de los cuerpos, y que las momias debían ser vigiladas. En 1897, regresaron los capuchinos y comenzaron a restaurar los danos sufridos por los subterráneos y por las momias
Algunos de los cuerpos fueron envueltos en telas de saco llenas de paja, lo que ayudo a su desecación y eliminación de la humedad y hongos que habían aparecido. También durante la segunda guerra mundial hubo danos causados por el incendio de algunas bóvedas, a causa de los cuales algunos cadáveres sufrieron la acción del fuego. En 1966 hubo otro incendio que no tuvo mayores consecuencias y más tarde debido a los trabajos de pavimentación de las calles vecinas aparecieron filtraciones de agua.
A partir de ese año se colocaron redes metálicas de protección para evitar que los visitantes de las catacumbas tocasen los cuerpos, ya que habían observado que algunos habían sido de alguna forma deteriorados por la curiosidad de la gente.
Los tiempos modernos han vaciado las abadías y el convento palermitano de los capuchinos no ha sido una excepción, no quedaban monjes capaces de ocuparse de la cripta por lo que hace unos años lo gestiona una empresa siciliana que lo ha limpiado, ordenado y recuperado los cuerpos. Tal y como lo podemos visitar hoy en día.

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