martes, 27 de mayo de 2014

Castel dell'ovo: una fábula napolitana


Se cuenta que la sirena Parténope, enfadadísima por el poco aprecio que Ulises había hecho de su melodioso canto, se suicidó y su cuerpo acunado por las olas y las corrientes marinas fue a dar a unas rocas frente a lo que hoy es Nápoles. En aquella época de mitología griega: Neapolis.

Justo encima de esas rocas, varios siglos más tarde (60 a.C) , el general romano Lucio Licinio Lúculo, Lúculo para los amigos, construyó una villa super lujosa. Tanto es así que cuando Tuberón el Estoico la vio, con sus collados suspendidos en el aire, mármoles, los mejores muebles del momento, sus canales y sus estanques de piscicultura le llamó "Jerjes togado". Los adversarios políticos de Lúculo hicieron correr el bulo de que alimentaba a sus peces con jóvenes esclavos que habían satisfecho, previamente sus otros apetitos. Pero yo no me creo nada de esto porque un esclavo en la época de la república romana era caro. !No como un extra comunitario o un parado hoy en día!. Un esclavo era mercancía preciosa y además los banquetes de Lúculo han pasado a la historia por su exquisitez y abundancia. Comer pez que ha comido esclavo seguro que le habría parecido una guarrada de lo más vulgar.

Algunos siglos más tarde, parece que la vieja mansión de Luculo sirvió de escenario a los últimos momentos de vida del emperador romano Rómulo Augusto que fue, de hecho, el último emperador del Imperio Romano.

Las leyendas no acaban aquí.

El nombre de Castell dell'Ovo (ósea Castillo del Huevo) viene porque se cuenta que el Poeta Virgilio habría escondido, en una jaula cerrada a cal y canto, en uno de los subterráneos del castillo, un huevo mágico que tenía la capacidad de proteger, al castillo y a Nápoles de cualquier calamidad natural o humana. 
La creencia de este mito fue tal que en la época de la reina Juana I (1350) parte de la estructura del castillo se desmoronó. El pánico se difundía por la ciudad con tal violencia y celeridad que la Reina tuvo que jurar solemnemente que el huevo estaba intacto y la ciudad a salvo. 
Desde entonces el castillo ha pasado por varias manos. Desde los angioinos, suevos y normandos hasta la corona de Aragón, los borbones españoles y lo franceses hasta llegar a ser fortaleza defensiva durante la Segunda Guerra Mundial. (Nuestro Fernando el Católico lo destruyó por el 1500) 
Hoy, si vais a Nápoles,  me parece imprescindible visitarlo. 
Hay unos cuantos restaurantes estupendos donde se come de maravilla y se paga ni mucho ni poco. (barato desde luego no es, pero tampoco puedo decir que sea un robo). Hay bares de copas con unas terrazas estupendas. 
El restaurante que mejor reputación tiene es "La Bersagliera" obligatorio comer pescado como más os guste, todo lo ponen buenísimo, pero lo que a mi me vuelve loca son los spaguetti con almejas, tomate fresco y albahaca. La fritura de pescado también está muy buena. En cuanto a los postres... si habéis probado el Babá y las sfogliattella en las Pastelería Mary, justo a la entrada de las Galerías Umberto I, cualquier postre os va a parecer pocho, así que os aconsejo acabar con un limoncello  y a chispós. 

Cómo son los napolitanos 

En mi opinión, son los más simpáticos y buena gente de toda Italia. Eso no quita para que te roben o te intenten timar como a un pollo, cosa que a mí nunca me ha sucedido, pero que entiendo que puede pasar, como en cualquier parte. 
Yo por mi parte, sólo puedo contar experiencias humanas extraordinarias como aquella vez que pregunté en un autobús en qué parada me tenía que bajar para ir a un sitio y se organizó un desternillante debate. O aquella vez que dos quinceañeras se liaron a manporros en  pleno mercado del pescado, cerca de Porta Nolana, e hicieron falta tres hombres fornidos para separarlas. A uno de ellos le rompieron las gafas. (!Cielos, qué fieras!). O aquella vez que el un charcutero, mientras cortaba jamón lentamente, le pregunta a un cliente si él cree en el amor y tras la respuesta afirmativa del segundo, se creó un mágico silencio de reflexión en la charcutería. 
Por cierto, cerca de Porta Nolana hay un restaurante con una pinta muy pocha que se llama "Tratoria da Giovanni" ahí podéis comer estupendamente por un precio muy justo. El pescado es fresquísimo.
El alojamiento yo lo aconsejo por la zona Vía Toledo porque te permite estar en el centro y tener todo a mano, sobre todo si la estancia va a ser breve. (No podéis perder tiempo en ir y venir si sólo vals a estar un par de días en Nápoles). 

Desde el puerto, os podéis embarcar hacia Capri, no es muy largo el trayecto, a menos que vuestra estancia en la Campania vaya a ser larguísima no os aconsejo la excursión para nada. Capri es como un super centro comercial de lujo al aire libre. No sabe a nada y es todo muy caro. Las cuatro cosas especiales que tienen no vale la pena el viaje teniendo a tiro de piedra Pompeya y  Herculano, la costa sorrentina, amalfitana, Capodimonti o incluso el palacio de Caserta que es un segundo Versalles. 
Si tenéis pasión por las miniaturas en general y por las figuritas del belén en particular, no podéis dejar de visitar Spaccanapoli, que es el nombre popular de la calle que corta Nápoles de parte a parte pero que para buscarla en el mapa tendréis que buscar la Vía San Gregorio Armeno. 


   

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